Política y cumbia en Chile: Cultura Participativa al servicio de la democracia (2 of 2) by Felipe Valenzuela

fuente: archivo de Villa Cariño

fuente: archivo de Villa Cariño

Max Vivar, líder de la banda de cumbia Villa Cariño

¿Cómo es la relación entra la banda y la hinchada?

Siempre nos hemos acercado a nuestros compañeros y compañeras de “Locura Villana” o de los “Villanos Freestyle” y les hemos hecho sentir que ellos no son una hinchada, que ellos son un colectivo que nos acompaña y que tienen pleno derecho de sentir que la banda debe responderle en ciertas cosas, que si ellos nos apoyan, nosotros también tenemos un deber de apoyarlos a ellos. Hay una búsqueda explícita de reciprocidad en nuestra relación. Y nosotros no somos solo un grupo de cumbia, también tratamos de difundir un mensaje político. Y ellos también se involucran activamente en esa dimensión.

¿De qué maneras?

Por ejemplo, nosotros tocamos siempre en el festival “Vivas Voces”, que es organizado por agrupaciones de derechos humanos. En esos concierto, las hinchadas hacen lienzos y banderas especiales con mensajes como “Verdad y justicia”, “Ni perdón ni olvido”, “Memoria”, etc. Y además de eso, está súper claros con la lucha política que está detrás de este tipo de eventos. Hoy en día, en el contexto de las movilizaciones sociales, incluso han organizado sus propios cabildos para discutir sobre la nueva Constitución. También hemos tenido conversaciones muy ricas sobre las diferentes miradas sobre lo que ocurre en Venezuela y otros temas de la contingencia política que para nosotros son importantes.

Otro ejemplo: hace poco nos invitaron a tocar en un festival que se estaba organizando para celebrar el Estallido Social, celebrar que “Chile Despertó”. Era gratis, pero los organizadores iban a vender comida y alcohol para ganar plata. La hinchada se nos acercó y nos dijo que les parecía inapropiado hacerse parte de esta fiesta, en el medio de las agresiones brutales de la policía contra los manifestantes y de las violaciones activas a los derechos humanos del Gobierno. Nosotros inmediatamente les encontramos razón y decidimos restarnos del festival. Entonces, lo que te quiero decir, es que ellos tienen posturas políticas que van más allá de la pura afinidad musical.

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Y además hay una relación más horizontal que la que normalmente se ve entre una banda y sus seguidores…

Sí, nosotros tratamos de romper ese aprovechamiento de poder que a veces tienen los artistas en relación a su público. En Villa Cariño estamos muy preocupados de evitar crear ese tipo de relaciones. Hay, por supuesto, algún grado de verticalidad, porque hay alguien que compone las canciones, que está arriba del escenario, que produce los conciertos… pero hay una disposición desde ambo lados a construir una relación más horizontal.

¿Cómo ves que esto afecta la identidad de la hinchada, como una comunidad política?

Yo por lo general les digo “ustedes son más que una hinchada”, ustedes son un colectivo, podrían tener su propia organización interna y debatir sobre asuntos que van más allá de la música. Y ellos lo han hecho. Para la última elección presidencial, yo estuve muy metido haciendo campaña por una de las candidatas. Y ellos se me acercaban preguntando por quién votar. En vez de decirle por quién votar, yo les trataba de explicar las propuestas que tenía mi candidata y las diferencias que veía con las otras candidaturas. Y muchas de las personas más jóvenes que se incorporaban en la hinchada, entendían el contenido político de nuestras canciones y se motivaban con conocer más de historia y política. Nuestra canción “De política, amor y revolución”, por ejemplo, es la historia de una detenida desaparecida en dictadura. Y uno ve como hay una generación más joven que se empieza a conectar con estos temas. Entonces, los compañeros de las comunidades se alejan de la idea de ser un “fan” o un “soldado” de la banda, y se acercan a la idea de ser parte de un colectivo, y tener la responsabilidad de representar el contenido político más profundo, que también tiene que ver con Villa Cariño. 

¿Cómo ves ese rol político tuyo, como líder de esta banda y como una figura importante para esas comunidades?

Bueno, yo no sería músico si no creyera que el arte es una herramienta política capaz de transformar el mundo. Como grupo, hacíamos principalmente canciones románticas, que son las canciones tradicionales de cumbia. Pero en cada disco incluíamos una o dos canciones con contenido directamente político. En el camino, fuimos decidiendo que no podíamos solo trabajar para hacer hits para la radio, sino que necesitábamos ser un instrumento en función de las luchas sociales. Esto nos llevó a una conversación mucho más profunda entre los miembros de la banda para definir nuestra propias visiones políticas. Y así, en estos días de movilización social, la banda en su conjunto tiene clara su responsabilidad, de estar del lado de los movimientos sociales, ayudando de todas las maneras que podamos. Y lo mismo pasa al interior de las hinchada. Ellos entienden la relevancia política de lo que está pasando y nos dan un feedback que para nosotros es tremendamente valioso, incluso sugiriendo temas para las canciones.

Lo que muestra también el tipo de relación que han construido…

Exactamente. No nos exigen cosas, pero reconocen que hay una confianza y una cercanía que permite este tipo de conversaciones. Yo creo que sienten que tiene un espacio dentro de la banda, y yo creo que es así.

Y es que hay una caricatura del fan que es real. Ese fan que idolatra a los miembro de la banda y que desarrolla una especie de relación infantil de amor y odio. Nosotros hemos trabajado para construir otro tipo de relación, entre un colectivo, que es la banda, y otro colectivo, que es el grupo de seguidores que han decidido comprometerse no solo con la música sino también con el proyecto político.

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Seguro que ustedes conviven con una mezcla de ambos tipos de seguidores, ¿no? Deben tener seguidores que se parecen a esa caricatura que acabas de mencionar

Sí, claro que hay. “Me gustaba más antes, ya no me gustan”, o “Traicionaron el sonido original de la banda” y los clásicos haters en redes sociales. No estamos libres de eso. Y a veces en persona, hay fans que se acercan para hacerte saber su frustración o desacuerdo con alguna decisión musical que tomamos en el grupo. Y yo creo que mi rol ahí es quedarme calladito y escuchar nomás. Nosotros componemos y tocamos la música, pero una vez que está afuera, ya no es nuestra, le pertenece a la gente. Yo podría decidir un día irme de la banda y empezar un proyecto nuevo, pero para algunas personas, la música que hemos hecho tiene un grado de importancia que está profundamente atado a sus vidas, a sus identidades. Y a veces eso se expresa como frustración o como rabia. Otro fan me mandó una carta para contarme que su psiquiatra le recomendó que escuchara nuestra música, como parte de su terapia para evitar pensamientos suicidas, después que trató de matarse. Otro fan me contactó por Instagram diciendo “Max, la cagué con mi novia, ¿me puedes ayudar a arreglarla?” Y yo pensaba que no puedo ni arreglar esos problema en mi propia vida, pero uno se siente comprometido a tratar y ayudar.

Entonces la comunidad que se ha formado alrededor de la banda es un elemento especialmente relevante para este proyecto

Sí. Yo estoy más interesado en la comunidad alrededor de la banda que en la pura mecánica de componer canciones y vender entradas para conciertos. Estoy interesado en entenderlos, en comunicarme con ellos. Por eso para nosotros es tan importante se parte de esas comunidades y no solo mirarlos desde el escenario.

¿Ha cambiado la relación con la hinchada desde el Estallido Social?

Sí, claro. Al principio tocamos mucho menos, porque cancelaron conciertos y festivales. Y el momento en el que por lo general nos juntamos era alrededor de los conciertos, antes o después nos juntábamos y conversábamos. Afortunadamente, nos hemos encontrado participando en marchas y encuentros. Y lo más bonito es que hemos visto a distintas comunidades de seguidores de otras bandas se han empezado a organizar y salen a marchar juntos.

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Felipe Valenzuela is a Chilean Journalist, currently studying a Master in Global Communication at USC. He was Associate Professor in the Universidad Católica de Chile and is currently researching how technology affects the media and political systems in Latin America, as well as the ways that different communities are adapting to these changes.